Últimamente la prensa económica está de enhorabuena, el flujo de noticias y debates sobre problemas, medidas, reformas y fórmulas mágicas es inagotable. Uno de los debates más candentes es la reforma laboral. Soy consciente de que este tema hiere susceptibilidades, pero considero crucial hablar de ello sin tapujos ni prejuicios. Hemos de curar al enfermo antes de pensar en mejorar su calidad de vida. Me explico. A mi entender las medidas han de ser contundentes, exentas de juicios morales o moralinas y con una doble vertiente: económica y social.
Dentro de la vertiente económica, es urgente – que no más importante – adecuar los costes a los ingresos. Y esto ha de hacerse a todos los niveles: familiar, empresarial, regional (CCAA) y Estatal.
Es mucho más sencillo situar el escenario en el ámbito familiar, pero la argumentación es extensible al resto. Cuando una familia está en crisis, es decir, sus deudas son insostenibles (deuda externa), los gastos superan los ingresos (déficit) y no es viable incrementar los ingresos a corto y medio plazo, parece obvio que la solución inmediata es reducir el gasto al mínimo. Adecuarlo al nivel de renta, es decir a la productividad de la familia. También parece lógico que el siguiente paso sea reducir las deudas que asfixian y que reducen la capacidad de inversión y de generar mayor riqueza a largo plazo.
Otra medida importante, no tanto para las familias como para las empresas, es contratar servicios a un precio hora asequible, adecuado a la capacidad de generar riqueza; a la productividad de la familia. No puede ser de otra forma, no podemos gastar por encima de nuestras posibilidades, a largo plazo desemboca en mayores perjuicios. Y esto es precisamente lo que muchos economistas tratan de explicar a sindicatos y gobierno sin mucho éxito. Comprendo que es muy tentador caer en la justificación moral de mantener, incluso aumentar, el poder adquisitivo de las familias y de equiparar nuestro nivel salarial al de otros países europeos. Es una voluntad comprensible, pero no exenta de demagogia si no valoramos las consecuencias. Pagar caro reduce nuestra competitividad, nuestra capacidad de autofinanciación e inversión y a la larga incrementa el paro y la inflación. No podemos pagar por encima de la riqueza que generamos, a pesar de que el lampista y el albañil (que vienen a casa) se merezcan un salario mejor.
La segunda vertiente tiene efectos a más largo plazo; menos urgente, pero más importante. En el entendimiento de que todos queremos un salario mejor, mejores casas, mejor sanidad, educación, es decir, mejor calidad de vida, hemos de procurar poner los medios necesarios para conseguirlo. A mi sólo se me ocurre una forma; invertir en nosotros. Hemos de aumentar la inversión en actualizarnos y en adquirir nuevos y mejores conocimientos para poder ofrecer al mercado aquello que necesita y que, por lo tanto, paga. Así mismo, hemos de mejorar nuestro ratio recursospropios-beneficio obtenido, incrementando la eficiencia de nuestro esfuerzo, ampliando el abanico de opciones y estrategias. En definitiva hemos de invertir en educación y en I+D, no conozco otra forma. Y mejorar en educación no significa pagar más. El máster más caro no es necesariamente el mejor, puede abrir puertas pero cerrar mentes. Soy consciente de que vivimos en el paraíso del parcheado y aparentamos sin serlo. No nos auto-engañemos, seamos exigentes. Se ha de invertir en educación de probada eficacia. ¿Es el modelo americano (actual reforma de Bolonia)? No lo sé, lo que sí sé es que no podemos permitirnos muchos errores ya que la rectificación es excesivamente larga y costosa.
Alemania ha conseguido muchos de estos objetivos, ha mejorado su educación (basada en una larga tradición de prácticas en empresas y estancias en el extranjero), ha mejorado su productividad y su competitividad y ha constitucionalizado el límite de deuda y de déficit. Ahora pretende extender estas medidas al resto de la eurozona, y realmente espero que triunfe, es la única forma de que resquemores internos no interfieran; si lo dice Madrid es centralismo, si lo dice el PP es fascismo, si lo dice el Gobierno no es creíble pero si lo impone Angela Merkel, va a misa… realmente da que pensar.
Ni idea, pero en cualquier caso será apasionante
¿Cuál es la pregunta? La pregunta es: “¿Qué pasará en los próximos meses, años, en estos tres ámbitos: la bolsa europea, los tipos de interés a corto y largo plazo en la zona euro y el coste de capital de las empresas y los estados europeos. “
Esta era la singular y perspicaz pregunta que el profesor Xavier Puig, con un gesto de complicidad (no exento de humor socarrón) regalaba a sus alumnos en el examen final. El 60% de los alumnos contestaron la d), y si bien no existía respuesta correcta, a mi entender es la más acertada. Un dato curioso es que tan sólo un estudiante contestó la b), tendrá una evolución negativa. Parece que nos resistimos a creer que las cosas van a ir a peor a pesar de la insistencia de algunos economistas mediáticos, que no sabemos si por veraz conocimiento o por voraz apetito – a más catastrofista más visitas al blog y más entrevistas – insisten en vaticinar la llegada de Mad Max en la Cúpula del Trueno a las calles de nuestro país.
Son muchos los que creen, o pretenden hacernos creer, que conocen la respuesta y pocos los que con humildad reconocen que no tenemos ni idea.